Cuida tus pensamientos porque se volverán palabras, cuida tus palabras porque se transformarán en actos. Cuida tus actos porque se convertirán en costumbres. Cuida tus costumbres porque forjarán tu carácter. Cuida tu carácter porque creará tu destino. Y...tu destino será tu vida. Ghandi.

03 abril 2009

Kazuyo Sejima



CAMINO HACIA LA EXTREMA SENCILLEZ

Esta mujer japonesa es una 'rara avis' entre los arquitectos estrella. Frente al espectáculo, la fama y el dinero, defiende la discreción y el trabajo perfeccionista. Así, con su dedicación casi religiosa, se ha convertido en un referente mundial.
Tiene cuerpo de niña y voz ronca. Fuma sin apenas descanso y no podría contar los cafés que bebe al día. Asegura que hablar no es su fuerte, que le cuesta encontrar las palabras exactas para expresarse. Pero sus edificios, sus decisiones, sus costumbres, su actitud y hasta sus gestos retratan a una profesional atípica, una persona con ambiciones singulares en el mare mágnum de las estrellas arquitectónicas. No quiere construir por todo el mundo; quiere poder pensar cada proyecto. De momento, Kazuyo Sejima (Ibaraki, Japón, 1956) sólo se ha preocupado por ser Kazuyo Sejima, una mujer de carácter decidido, pero discreto. Esa actitud ha marcado un antes y un después en la arquitectura. No es éste un campo en el que las mujeres suelan brillar en solitario. Si nos fijamos en el autobús de las vedettes arquitectónicas (de Norman Foster a Jean Nouvel), la única mujer que acompaña a Sejima en fama universal es la iraquí Zaha Hadid, pero ella habla el mismo idioma de poder y ubicuidad que sus colegas masculinos. Sejima es otra cosa. No necesita ni levantar la voz ni llegar a tres cifras en su número de empleados. Ella sólo sabe trabajar con tiempo. Y eso implica reducir sus horas de sueño, pero también su número de clientes.

La entrevista se concierta en Barcelona. Lleva todo el día visitando edificios de la ciudad de la mano del arquitecto Óscar Tusquets, responsable del Premio Década, dedicado a premiar la vigencia y el mantenimiento de los edificios y que cuenta como jurado a un único arquitecto de fama mundial. Nunca había sido una mujer; este año, Sejima ha aceptado atravesar el mundo para comprobar cómo funcionan algunos edificios singulares de Barcelona 10 años después de inaugurarse. Al tour urbano han invitado a El País Semanal. Por la mañana, en casa de Tusquets, Sejima admira una taza diseñada por el anfitrión. Éste le dice que le enviará seis a Tokio. "No. Dos es suficiente. Mi casa es pequeña", dice ella. "Una se puede romper", le indican. "Las cuidaré", contesta.
Ha conseguido hacer historia; no sólo por su arquitectura, sino también por su forma de relacionarse. Usted no emplea una actitud agresiva de dominio y demostración de poder con la que tantos arquitectos famosos se han movido por el mundo. ¿Ha elegido esa otra manera de ser cercana tanto en su arquitectura como en su actitud?
Todo va junto. Y todo es lo mismo. Soy así. Forma parte de mi carácter. Pero yo no creo ser poderosa. Y también doy un grito de vez en cuando. Con todo, no me gustan los juegos de poder. En mi trabajo, tratar de entender al cliente y tratar de desarrollar mis ideas me deja sin tiempo para nada más. Por eso no soy una arquitecta que pueda hacer muchos edificios. Cada uno me cuesta mucho, me lleva mucho tiempo. Mi oficina no crecerá nunca más allá de las 30 personas que somos ahora.

(...)

Ha hecho muchas viviendas pequeñas. ¿Es lo que más le interesa?
La casa es la célula. Y me atrae mucho su evolución. Pero la gran escala también me interesa. Lo que no haría sería dejar de proyectar viviendas para diseñar sólo grandes edificios. Uno se mide cada vez que hace una vivienda. Todas las viviendas que he hecho ilustran mi biografía arquitectónica, mi evolución como arquitecta, los intereses de cada momento.

¿Y hacia dónde camina ese sendero?
Hacia la extrema sencillez.

(...)

¿Le sigue interesando la moda?
Sí. Puede que no tanto, pero me gusta ir de compras. Fundamentalmente me gusta Comme des Garçons por una razón práctica: sus diseños están pensados para el cuerpo japonés. Pero a veces compro prendas que no podré ponerme nunca.




[Hoy Sejima viste Comme des Garçons: un jersey estampado con labios muy rojos sobre un fondo negro y falda larga].

¿Qué le hizo decidir el tipo de arquitectura evanescente que hace? ¿Por qué fuerza los materiales hasta su máxima delgadez?

Al principio, lo que más me interesaba era la planta del edificio: la relación entre el interior y el exterior y entre los espacios de la casa. Ahora me interesa la relación de un edificio con su ubicación. Cada lugar tiene un peso. Y yo decido mis edificios a partir del peso del lugar. Por eso trato de que mis edificios no se aíslen y a la vez tengan vida interior.

(...)

¿Cuántas horas trabaja?
Normalmente empiezo a las diez, a menos que esté muy cansada. Y acabo sobre las dos o las tres.

No es un horario excesivo.
¡Dos o tres de la madrugada! [Se ríe]. Son 15 horas o algo así. Como y ceno en el trabajo.

¿Y sus 28 empleados?
Ellos hacen turnos. Trabajamos en Estados Unidos y en Europa y necesitamos poder hablar con ellos.

¿Cuántas horas duerme?
Unas cinco.

¿Y cuántos cafés bebe?
Todo el rato.

Cigarrillos, ¿cuántos?
Muchos también.

¿Fuma en el estudio?
Sí. No está prohibido en Japón.

Corre la leyenda de que la gente de su oficina duerme debajo de la mesa.

¡Es verdad! [Se ríe]. Nos agotamos. Yo también me meto después de cenar. Treinta minutos y como nueva.

¿Debajo de la mesa?
Sí. Es como un cuartito. Tengo una colchoneta y la despliego.

¿En su oficina se habla inglés?
Sí, porque hay muchos extranjeros y el japonés es muy difícil de aprender.

¿La arquitectura es lo más importante del mundo para usted?

Bueno... En el mundo hay muchas cosas interesantes. E importantes. Pero uno ha de aceptar sus límites. Precisamente porque el tiempo en la vida es algo muy limitado. Visto así, tal vez la arquitectura sea suficiente para mí. Me gusta hacer otras cosas. De todo tipo. Ir de compras, aunque sea rápido [se ríe]. Pero si me dedico a la arquitectura necesito tiempo para hacerla. Antes lo tenía muy claro. Pero gradualmente, a medida que pasa el tiempo... A veces dudo...


¿Qué le gustaría hacer?

[Silencio de cerca de cinco minutos. Parece que está pensando, pero al final la entrevistadora también duda. Mejor preguntar de nuevo].

Hay arquitectos que trabajan mucho, tanto como usted, pero parecen más preocupados por su negocio que por la arquitectura. Su caso parece lo contrario. No trabaja tantísimas horas para construir mucho y por todo el mundo, sino para hacerlo con perfección. ¿Por qué esa dedicación casi religiosa a la arquitectura?

No es perfecto. Lo que hago no es perfecto.


¿Necesita que sus edificios sean perfectos?

Necesito hacerlo bien. Dar todo lo que puedo. Y para eso ya le he contado que, como soy lenta, necesito tiempo. Cualquier cambio -una nueva tipología, un proyecto mayor, construir en otro continente- me exige adaptación. Y para eso necesito tiempo. Nuestros proyectos han crecido y son más complejos. Para controlar cada detalle necesito aún más tiempo.


¿Por qué cree que la arquitectura es una profesión tan complicada para las mujeres?

Hay muchos arquitectos famosos, pero pocas arquitectas. Para hacer grandes obras tienes que crecer y manejar un estudio grande. Una mujer puede hacer eso, pero los grandes proyectos suelen estar relacionados con la política. Y ahí, una mujer, por lo menos en Japón, no lo tiene fácil.

Muchas mujeres arquitectas están casadas con arquitectos. Y el hombre es el que termina llevándose el reconocimiento. ¿Fue ésa la razón por la que usted y su pareja, Ryue Nishizawa, decidieron formar una sociedad común (Sanaa) y dos independientes en las que hacer trabajo en solitario?


Al principio le pedí a Ryue que dejara de ser mi empleado y se convirtiera en mi socio porque para mí era un reto trabajar con él. Es muy inteligente. Cuando me invitaron a hacer un proyecto de gran escala le pedí que se asociara. Él contestó que sí, que quería asociarse, pero también mantener su propia firma independiente. Y eso hicimos. Los grandes proyectos los firmamos juntos y luego cada uno tiene los suyos.

(...)

¿Qué ha tenido que sacrificar para ser la arquitecta que es?
[No entiende la idea de sacrificio].

¿Se ha perdido algo para ser la arquitecta que es?
No he sentido que me estaba perdiendo nada. Pero el hecho es que no he podido tener un hijo.

¿Por qué?
Se me ha pasado el momento. Siempre tenía algo que hacer, y al final la vida ha pasado. De pequeña siempre me imaginaba de abuela. Porque las abuelas tienen una vida descansada, relajada.

Pero usted no ha elegido una vida relajada.

No. Mi vida es más acelerada que descansada. Y eso que soy una persona que necesita tiempo. Todo me cuesta. No sé hacer un croquis en un minuto. Sólo funciono con tiempo. En el primer despacho donde trabajé conocí la dureza del trabajo y la frustración, pero estaba contenta de trabajar y de pensar. Luego, toda la vida he trabajado con esa sensación.

Usted parece una mujer muy cerebral y a la vez muy mundana. Una vez declaró que no leía libros, sólo revistas.

¿Es cierto? [Carcajada]. ¡Qué peligro tiene lo que dices por ahí! Me gusta leer, pero no los asuntos sesudos que leen los arquitectos.

¿No le interesa la teoría?
No mucho. Pero no leer lo suficiente es mi complejo. Mis padres leían mucho. Mi casa estaba forrada de libros. Y para mí era agobiante. Reaccioné. Busqué otras cosas.

Dice que ha empezado a dudar si debería o no hacer algo más. ¿Qué le gustaría probar?

[Calla durante más de dos minutos]. A veces pienso que hasta aquí he llegado. Pero luego me vuelven ganas de seguir haciendo arquitectura. Pienso que no es suficiente lo que he hecho. Sé que debería intentar, por lo menos, conocer otras cosas, porque dedicar toda tu vida a hacer una sola cosa no es suficiente. Pero no me veo capaz de hacer mucho más.

Extracto entrevista publicada en el semanal de El País, 16.11.08, VIA
vaumm.blogspot.com (íntegra)