Cuida tus pensamientos porque se volverán palabras, cuida tus palabras porque se transformarán en actos. Cuida tus actos porque se convertirán en costumbres. Cuida tus costumbres porque forjarán tu carácter. Cuida tu carácter porque creará tu destino. Y...tu destino será tu vida. Ghandi.

14 abril 2007

‘agit prop’




Periodismo de ‘agit prop’
• El delirante reportaje de Telemadrid es el epílogo de una suma de calumnias con el catalán como objetivo


PILAR Rahola
Periodista.

A pesar de no gozar de una memoria considerable, tengo perfectamente fijada la fecha. Era septiembre de 1993. Unos meses antes había sido elegida diputada por ERC y fui recibida en audiencia por el jefe del Estado. En esa audiencia oficial, y en boca real, oí por primera vez, en forma de pregunta, lo que después sería el latiguillo de años: ¿qué pasaba con los niños castellanos discriminados en Catalunya? Confieso que en ese momento pensé que Juan Carlos tenía algún asesor bastante mal orientado, pero no le di importancia hasta que, tres meses después, apareció la primera portada del diario Abc. La portada, ya histórica, titulaba a lo grande:
Igual que Franco pero al revés. Persecución del castellano en Cataluña, y en páginas interiores exponía con generosidad de tinta, sus alarmadas tesis. Lo que me había preguntado Juan Carlos, pues, no respondía al tic neurótico de algún maquiavélico asesor, sino a un lento estado de opinión que iba cuajando en influyentes ambientes del poder español. Más que la preocupación real, lo que tuve el privilegio de oír, prácticamente en incubadora, fue una idea fuerza que contaminaría, durante años, las relaciones de Catalunya con España.

CATORCE
AÑOSdespués, el delirante y catastrofista reportaje de Telemadrid representa el epílogo de un larguísimo proceso de calumnias, con el idioma catalán como objetivo. Si nos quedáramos solo en el ruido de estos años, con los micrófonos ora pro nobis aullando su intolerancia sin complejos, y con el sector trentino del PP utilizando soezmente el discurso estomacal anticatalán, como eficaz coartada política, los catalanes nos volveríamos bastante locos.
De hecho, haciendo bueno al bueno de Woddy Allen, repetiríamos con él, "de tanto oír a Wagner, me dan ganas de invadir Polonia". Aunque, en nuestro caso, más bien invadiríamos Andorra, y al día siguiente nos rendiríamos. Pero el seny catalán debe servir para algo, y este país, a pesar de sus miserias y de sus mediocridades, ha demostrado una notable resistencia a mantener su vida colectiva, sin otras psicopatías que las estrictamente necesarias. Es más, salvo algún patinazo histórico de algunos notables en horas tontas, nadie se ha apuntado al tiro demagógico al español, para contrarrestar el tiro al catalán. En cierto sentido, pues, podemos afirmar que, 14 años después, los sectores interesados en ello, aún no han conseguido ni acabar con la inmersión lingüística en las escuelas, ni convertirnos a todos en unos histéricos. Es cierto que han sido años de mucho ruido de la España negra, y demasiado silencio de la España camisa blanca, y que en este lado del puente aéreo hemos encontrado en falta a los intelectuales amigos, gente razonable del otro lado, cuyo activismo a favor de la pluralidad se agotó escuchando a Raimon y bendiciendo la transición. Pero, con todo, constatamos que la ofensiva ha sido muy seria, muy poderosa y muy intensa, y sin embargo, no ha conseguido ninguno de sus objetivos.
Lo cual no significa que debamos estar sordos y mudos. En este sentido, mi reflexión sobre el reportaje de Telemadrid no parte de la indignación por la burda manipulación de la realidad, porque la indignación necesita una cierta dosis de sorpresa, y esta se agotó hace años. Además, en este caso, está tan claro que la productora del reportaje quiere situar a Ciutadans y a su obsesivo monotema en el centro del debate político --no en vano, El Mundo ya le hizo la primera campaña electoral--, que sería muy tonto caer en la trampa. Cuando no se tiene ni programa, ni liderazgo, ni papel político, se tienen pedrojotas...
Pero sí que considero necesario analizar la excesiva capacidad catalana de tragarse los sapos más ásperos, sin despeinarse. ¿Tenemos que dar la callada por respuesta, tal como piensa hacer la Generalitat? Desde luego, yo no tendría el fusil judicial cargado a cada infamia, porque si fuera el caso, estaríamos todo el día dándole a la toga. Pero cuando una televisión pública, vinculada a una comunidad autónoma, sede de la capital del Estado, da cabida a la difamación, hace alarde de una notable falta de cultura constitucional --hasta el punto de considerar el bilingüismo, no como una realidad legal, sino como un problema--, permite la manipulación, desprecia a otra lengua y no hace ascos a dar una imagen torticera de otra comunidad, entonces el silencio no es tan prudente, sino quizás imprudente. En un caso tan evidente, me parece necesaria la querella. Por mentir, sin duda, pero, sobre todo, por perpetrar la mentira con dinero público. Si el Gobierno catalán no considera necesario actuar cuando se usan los instrumentos públicos para difamar a su país, ¿cuándo lo considerará?

ALGÚN
DÍAtendremos que reaccionar más allá de las buenas palabras, los alardes autocomplacientes de seny catalán y el ninguneo como desprecio. Personalmente, no deseo que mi Gobierno desprecie este tipo de infamias. Deseo que no se inhiba cuando se usa el dinero de los ciudadanos en tal empeño. Entre otras cosas, porque la Constitución ampara la libertad de expresión pero no ampara el derecho a usar el bien público para distorsionar la realidad de los pueblos, mentir sobre sus lenguas y crear una soez cultura de la intolerancia.

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