03 junio 2009
ziga zaga team
"Paco, hoy tienes diez minutos; yo necesito siete", le dijo Josep Guardiola al profesor, o sea, a Seirul·lo, el preparador físico del Barcelona. Obró en consecuencia. Por eso, los jugadores fueron vistos y no vistos sobre el césped del estadio Olímpico de Roma antes del partido. Mientras los del Manchester United se calentaban los músculos en el campo, los azulgrana desaparecieron.
En esos minutos, Guardiola y su mano derecha prepararon la pantalla gigante y el proyector que se habían traído de Barcelona y que la tarde de antes, durante el entrenamiento, habían ocultado en el vestuario. Guardiola apagó la luz. Los técnicos, los empleados y, por supuesto, todos los jugadores, guardaron silencio y el entrenador le dio al play...
Mientras tanto, a un volumen atronador, el audio escupía el Nessun dorma, el aria del acto final de la ópera Turandot, de Giacomo Puccini:
"¡Disípate, oh noche! ¡Ocultaros, estrellas! ¡Ocultaros estrellas!
¡Al alba venceré!
¡Venceré! ¡Venceré!".
Dicen que, al encenderse las luces, algunos futbolistas lloraban y que sus gritos demostraban que el objetivo estaba cumplido. Guardiola les metió en el partido sin abrir la boca. Y no es la primera vez.
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